En 1896 publica Rubén Darío Prosas profanas, su libro más importante y que influirá de forma más intensa en todos los poetas modernistas de España y América. Aunque Darío ya había escrito antes Azul... en 1888, este es un libro posromántico con cuentos y poemas que no llegan a la calidad que encontraremos en Prosas profanas.
Lo
primero que encontramos son poemas que se desarrollan en un mundo
fantástico e irreal.
“Era un aire suave...”, por ejemplo, es una evocación de la
Francia del siglo XVIII, propia del Parnasianismo. Abundan en estos
poemas los tecnicismos artísticos, el vocabulario de artículos de
lujo (mármoles, sedas, champán, abanicos...) y la mitología. Ese
mundo lujoso y bello alberga a la perversa marquesa Eulalia, mujer
fatal típica del Decadentismo y símbolo de la atracción erótica.
Frente
a este personaje está la princesa triste de la “Sonatina”, más
cercana a la mujer frágil del Prerrafaelismo. Se ha pensado que la
princesa salvada por el príncipe es un símbolo del alma del autor,
encerrada en un mundo vulgar y esperando a ser rescatada por la
fantasía.
El
exotismo queda perfectamente reflejado en "Divagación",
poema en que fantasea con la mujer y el amor en distintas civilizaciones
antiguas (Grecia, la Francia del XVIII, la Alemania romántica) u
orientales (China, Japón, India).
Un
segundo grupo está compuesto por poemas en los que Rubén Darío
reflexiona
sobre el misterio del amor, el sexo y la muerte.
“El reino interior” es una versión moderna de la alegoría medieval de
las siete Virtudes y los siete pecados capitales, los cuales
representan los deseos y pasiones del alma humana.
El
“Responso a Verlaine” es otro poema importantísimo dentro de toda
la lírica modernista, y se escribió a la muerte del poeta francés,
padre del Simbolismo. Verlaine sería la personificación de todos
los poetas y de la propia poesía en lo que tiene de misterioso,
sagrado y mágico. Darío desea que el espíritu de Verlaine se funda
con la naturaleza (representada por los sátiros del paganismo
griego) y con lo sobrenatural (representado por la cruz del
cristianismo).
“El coloquio de los centauros” es un largo diálogo entre centauros
filósofos que explican el sentido religioso del universo y la vida,
regidos por dos principios sagrados e incomprensibles: el amor y la
muerte.
Un
tercer grupo de poemas se centran en el tema de la poesía: su sentido, su escritura, etc.
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