jueves, 21 de enero de 2016

Manuel Machado (II): "El mal poema".

En 1909, Manuel Machado publica El mal poema, un libro en el que se ensaya un nuevo estilo alejado del Simbolismo. El tono es mucho más tosco y los temas no son los habituales en la lírica: la vida nocturna y prostibularia, la tristeza y la miseria de la bohemia y los bajos fondos, etc. La clave de estos poemas son las frases populares e incluso vulgares y las imágenes degradadas, que relacionan este libro con el Expresionismo. Precisamente eso indica el título del libro: nos encontramos ante un “mal poema”, un texto “mal escrito”, que no pretende ser bello como las obras parnasianas, decadentes o simbolistas.

El mal poema se inicia con un “Retrato”. Si lo comparamos con “Adelfos”, el otro autorretrato con el que se iniciaba Alma, vemos cómo ha cambiado la actitud de Manuel Machado. Ya no se describe a sí mismo como un dandi aristócrata con un reino interior fascinante, sino como un hombre vulgar y corriente, conocedor de las modas parisinas pero también aficionado a los toros, a las cañas de manzanilla y a alguna que otra aventura. Todo se expresa con frases hechas, sin la menor intención se crear versos bellos y sonoros.

En el poema “Mi Phriné”, Manuel Machado defiende el amor a una prostituta marginada por la sociedad. Aunque Phriné era el nombre de una cortesana de la Antigüedad griega, el poema no es parnasiano, sino que habla del mundo actual y en un lenguaje cotidiano, incluso feo y antipoético, lleno de frases hechas y con rimas muy pobres o forzadas, deliberadamente sin belleza. Recordemos que el Expresionismo rompía con el ideal de belleza y aspira no solo a hablar de temas escandalosos en la época como la prostitución, sino también a hablar de ellos de forma torpe y vulgar, con humor cínico.


De los muchos poemas que aparecen en el libro sobre la bohemia, un perfecto ejemplo es el “Nocturno madrileño”. La bohemia no se muestra en el texto como un estilo de vida divertido sino como fuente de miseria, dolor y sufrimientos que acaba siempre en el crimen, el acoholismo y la muerte.

De un cantar canalla
tengo el alma llena,
de un cantar con gotas monótonas, tristes
de horror y vergüenza.

De un cantar que habla
de vicio y de anemia,
de sangre y de engaño, de miedo y de infamia
¡y siempre de penas!

De un cantar que dice
mentiras perversas…
De pálidas caras, de labios pintados
y de enormes orejas.

De un cantar gitano,
que dice las rejas
de los calabozos y las puñaladas,
y los ayes lúgubres de las malagueñas.

De un cantar veneno,
como flor de adelfa.
De un cantar de crimen
de vino y miseria,

obscuro y malsano…
cuyo son recuerda
esa horrible cosa que cruza de noche
las calles desiertas”.

Por último, el ejemplo más claro de Expresionismo lo encontramos en “La canción del alba”. El poema parece ser una descripción de la mañana siguiente a una noche de excesos, en la que la resaca hace ver todo negro. Fijémonos en la gran diferencia que hay entre las bellísimas descripciones parnasianas y esta descripción de la “aurora violada”, en la que el autor se empeña en verlo todo deformado, a las mujeres “feas” y a los amigos “detestables”.

El alba son las manos sucias
y los ojos ribeteados.
Y el acabarse las argucias
para continuar encantados.

Livideces y palideces,
y monstruos de realidad.
Y la terrible verdad
mucho más clara que otras veces.

Y el terminarse las peleas
con transacciones lamentables.
Y el hallar las mujeres feas
y los amigos detestables.

Y el odiar a la aurora violada,
bobalicona y sonriente,
con su cara de embarazada,
color de agua y aguardiente.

Y el empezar a ver cuando
los ojos se quieren cerrar.
Y el acabar de estar soñando
cuando nos vamos a acostar.

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