En
1909, Manuel Machado publica El
mal poema, un
libro en el que se ensaya un nuevo estilo alejado del Simbolismo. El
tono es mucho más tosco y los temas no son los habituales en la
lírica: la vida nocturna y prostibularia, la tristeza y la miseria
de la bohemia y los bajos fondos, etc. La clave de estos poemas son
las frases populares e incluso vulgares y las imágenes degradadas,
que relacionan este libro con el Expresionismo. Precisamente eso
indica el título del libro: nos encontramos ante un “mal poema”,
un texto “mal escrito”, que no pretende ser bello como las obras
parnasianas, decadentes o simbolistas.
El
mal poema
se inicia con un “Retrato”.
Si lo comparamos con “Adelfos”, el otro autorretrato con el que
se iniciaba Alma,
vemos cómo ha cambiado la actitud de Manuel Machado. Ya no se
describe a sí mismo como un dandi aristócrata con un reino interior
fascinante, sino como un hombre vulgar y corriente, conocedor de las
modas parisinas pero también aficionado a los toros, a las cañas de
manzanilla y a alguna que otra aventura. Todo se expresa con frases
hechas, sin la menor intención se crear versos bellos y sonoros.
En
el poema “Mi Phriné”, Manuel Machado defiende el amor a una
prostituta marginada por la sociedad. Aunque Phriné era el nombre de
una cortesana de la Antigüedad griega, el poema no es parnasiano,
sino que habla del mundo actual y en un lenguaje cotidiano, incluso
feo y antipoético, lleno de frases hechas y con rimas muy pobres o
forzadas, deliberadamente sin belleza. Recordemos que el
Expresionismo rompía con el ideal de belleza y aspira no solo a
hablar de temas escandalosos en la época como la prostitución, sino
también a hablar de ellos de forma torpe y vulgar, con humor cínico.
De
los muchos poemas que aparecen en el libro sobre la bohemia, un
perfecto ejemplo es el “Nocturno madrileño”. La bohemia no se
muestra en el texto como un estilo de vida divertido sino como fuente
de miseria, dolor y sufrimientos que acaba siempre en el crimen, el
acoholismo y la muerte.
De
un cantar canalla
tengo
el alma llena,
de
un cantar con gotas monótonas, tristes
de
horror y vergüenza.
De
un cantar que habla
de
vicio y de anemia,
de
sangre y de engaño, de miedo y de infamia
¡y
siempre de penas!
De
un cantar que dice
mentiras
perversas…
De
pálidas caras, de labios pintados
y
de enormes orejas.
De
un cantar gitano,
que
dice las rejas
de
los calabozos y las puñaladas,
y
los ayes lúgubres de las malagueñas.
De
un cantar veneno,
como
flor de adelfa.
De
un cantar de crimen
de
vino y miseria,
obscuro
y malsano…
cuyo
son recuerda
esa
horrible cosa que cruza de noche
las
calles desiertas”.
Por
último, el ejemplo más claro de Expresionismo lo encontramos en “La
canción del alba”. El poema parece ser una descripción de la
mañana siguiente a una noche de excesos, en la que la resaca hace
ver todo negro. Fijémonos en la gran diferencia que hay entre las
bellísimas descripciones parnasianas y esta descripción de la
“aurora violada”, en la que el autor se empeña en verlo todo
deformado, a las mujeres “feas” y a los amigos “detestables”.
El
alba son las manos sucias
y
los ojos ribeteados.
Y
el acabarse las argucias
para
continuar encantados.
Livideces
y palideces,
y
monstruos de realidad.
Y
la terrible verdad
mucho
más clara que otras veces.
Y
el terminarse las peleas
con
transacciones lamentables.
Y
el hallar las mujeres feas
y
los amigos detestables.
Y
el odiar a la aurora violada,
bobalicona
y sonriente,
con
su cara de embarazada,
color
de agua y aguardiente.
Y
el empezar a ver cuando
los
ojos se quieren cerrar.
Y
el acabar de estar soñando
cuando
nos vamos a acostar.
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