viernes, 15 de enero de 2016

3. Naturalismo y espiritualismo

No podemos olvidar que la denuncia que hace el Modernismo de la sociedad burguesa, de las injusticias sociales y del caos de la vida moderna no era del todo nueva, sino que ya había comenzado a mostrarse en algunas obras de autores del Realismo, sobre todo en su última etapa, que es conocida como Naturalismo. 



Como recordamos del tema anterior, el Naturalismo es un estilo narrativo que surge en los años 80 del siglo XIX. Consiste en un intento de llevar el Realismo al extremo, utilizando métodos de análisis científico y sociológico para describir la realidad. Así, en estas novelas los personajes, por ejemplo, son descritos utilizando muchos términos del mundo de la medicina, la psiquiatría y la biología, y las historias de las novelas se conciben como estudios de casos psicológicos y sociológicos. Por ejemplo, La Regenta de Clarín se plantea como un estudio psicológico sobre el trauma sufrido en la infancia por una joven obligada a casarse con un hombre mucho más mayor que ella. Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán, parece a veces un estudio sobre la influencia de la genética y del medio ambiente en el comportamiento de los seres, según las teorías de Darwin.




En ese deseo por estudiar casi científicamente la sociedad en las novelas, los naturalistas empiezan a describir en sus obras un mundo marginal y desagradable, que era considerado de mal gusto por los burgueses: el mundo de los mendigos, de los delincuentes, de la prostitución, personajes alcohólicos, trastornados mentales, con perturbaciones o traumas, asesinos... Al poner ante los ojos de la clase alta esta realidad que prefería desconocer u olvidar, los autores naturalistas estaban denunciando las injusticias sociales y además estaban preparando el camino para una nueva corriente característica del Modernismo: el Decadentismo. 


El pintor portugués José Malhoa aplica el Naturalismo a la pintura. En este caso, muestra las duras condiciones de vida del campesinado, marcadas por la miseria y el alcoholismo.
A partir de finales del XIX la prostitución se convierte en un grave problema que la sociedad ocultaba hipócritamente. Sin embargo, naturalistas y pintores como Toulouse-Lautrec denuncian la situación de estas mujeres en sus obras y pinturas.


En este cuadro de Édouard Manet vemos a un artista bohemio con ropa pobre, seguramente condenado a la mendicidad, con una copa de absenta. La absenta, muy popular durante el Modernismo, era una bebida alcohólica de alta graduación que producía incluso alucinaciones, y que provocó numerosas adicciones e incluso muertes en toda Europa.

A partir de 1890, cuando comienza el Modernismo en España, el Naturalismo se transforma y entra en una nueva etapa, que se conoce como "naturalismo espiritualista" o espiritualismo. Esto se debe a dos motivos: por un lado, la pérdida de la fe en el progreso científico también afecta a los naturalistas, que se dan cuenta de que la ciencia no sirve para definir conceptos como el alma, los sentimientos, la belleza o la espiritualidad. Por otro lado, los intentos de los naturalistas por denunciar las injusticias sociales fracasó ante la represión de la sociedad burguesa, por lo que dejan de escribir sobre temas sociales y empiezan a interesarse más por los problemas del alma y de la mente, las pasiones y los sentimientos. 

Galdós, por ejemplo, empieza a escribir a partir de 1890 novelas espiritualistas que se centran en personas que desean llevar una vida verdaderamente espiritual y cristiana, ajena a las normas hipócritas de la Iglesia. Misericordia cuenta la historia de Benigna, una fiel criada que se dedica a mendigar para salvar del hambre a sus señores, que se han arruinado. Nazarín es un sacerdote que intenta llevar a la práctica toda la bondad del Evangelio, pese al escándalo de la jerarquía eclesiástica. 




(El director español Luis Buñuel realizó en 1958 la película de Nazarín durante su exilio en México. En esta escena vemos cómo un miembro de la Iglesia oficial reprende al protagonista precisamente por haber llevado a la práctica las enseñanzas del Evangelio.)

Frente al materialismo de la sociedad realista, que solo cree en la ciencia y en el progreso económico, el Modernismo se caracterizará por una vuelta a la espiritualidad. Sin embargo, ya no se trata de una espiritualidad católica y fiel a las normas de la Iglesia como había existido en el Antiguo Régimen, sino mucho más extravagante. 

Hay autores, como Valle-Inclán y otros, que se interesan por los aspectos más morbosos, irracionales e incluso "eróticos" de la religión, como la historia de la princesa Salomé, que seduce a su padrastro para conseguir que Juan el Bautista sea decapitado.

La historia bíblica de Salomé, hijastra de Herodes que baila ante él a cambio de la cabeza de Juan el Bautista, primo de Cristo, protagonizó muchas obras y cuadros de la época modernista.
Miguel de Unamuno, por otra parte, es un escritor agnóstico pero que en todas sus novelas se pregunta angustiado por la existencia o no de Dios. 

Hay otros autores, como los novelistas Baroja y Azorín, que se interesarán por la mística y sus extremos irracionales (mortificaciones, éxtasis, visiones...). 

Finalmente, el Modernismo puso de moda todo lo sobrenatural y el ocultismo: en muchísimas obras modernistas se trata el tema de las religiones orientales, la magia, la alquimia, el espiritismo, las sectas secretas e incluso el satanismo. 

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