sábado, 16 de enero de 2016

8. El Impresionismo

Mientras en la literatura francesa se estaban dando entre los años 70 y 90 del siglo XIX las corrientes del Decadentismo y del Simbolismo, en la pintura nacía un nuevo movimiento artístico que algunos consideran la primera Vanguardia: el Impresionismo. Lo estudiamos dentro de la literatura modernista porque algunos escritores del Modernismo, sobre todo novelistas, intentaron transformar el estilo del Impresionismo en un estilo literario.

Los pintores impresionistas reaccionan contra el Realismo y su tendencia a representar con gran detallismo la realidad. En cambio, su técnica consiste en desintegrar las imágenes y luego recrearlas con manchas de color que, cuando se ven desde lejos, provocan en el espectador la “impresión” de estar viendo la imagen. Del mismo modo, se utilizan manchas muy juntas de colores primarios (rojo, azul, amarillo, blanco...) que cuando se observan a lo lejos, dan la “impresión” de colores secundarios (naranja, verde, morado...).
El siguiente cuadro de Claude Monet muestra perfectamente la técnica impresionista: aunque si lo vemos de cerca está compuesto por manchas de colores primarios, al verlo de lejos estas manchas se mezclan  y crean la impresión de una imagen: la de un mar al atardecer con un puerto al fondo. 
Esta técnica se relacionaba mucho con el Simbolismo, en el sentido de que no buscaba representar de forma perfecta paisajes u objetos, sino más bien sugerir formas mediante manchas borrosas que se transformaban en imágenes. Por ello, en muchas obras literarias del Modernismo se detecta un afán de hacer con palabras lo que los pintores del Impresionismo hacían con los colores. A veces, las descripciones son imprecisas, borrosas, como vistas en un sueño. Otras veces, solamente se describen detalles sueltos, los más llamativos, para incidir en los aspectos que más han impresionado al autor. Al contrario que en la novela realista, que se empeña en describir objetivamente la realidad en cada uno de los detalles, los escritores impresionistas solo describen su percepción subjetiva de las cosas, los paisajes o los objetos según ellos los ven o los sienten.

El Impresionismo también afecta al lenguaje literario. Igual que en la pintura impresionista se usaban pequeñas manchas de color, en la literatura se emplean frases breves, a menudo sin verbos y sin nexos. No interesa crear oraciones perfectamente construidas, sino imágenes que se graben en la mente del lector y le ayuden a evocar sensaciones. Abundan en estas obras literarias referencias a la percepción sensorial: sonidos, matices de un color, sabores, aromas, texturas... A la vez, estas percepciones no se describen con gran detalle como en el Realismo, sino de forma muy borrosa, igual que en la pintura impresionista.


El autor impresionista español más importante fue José Martínez Ruiz “Azorín”, que escribe novelas donde lo importante no es el argumento, sino larguísimas descripciones de paisajes naturales y escenarios urbanos con gran poder de evocación. Del mismo modo, Antonio Machado crea una poesía impresionista en su libro Campos de Castilla, en el que evoca las sensaciones y sentimientos que le producen el campo castellano, sus gentes y su historia. 

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