Mientras en la literatura
francesa se estaban dando entre los años 70 y 90 del siglo XIX las
corrientes del Decadentismo y del Simbolismo, en la pintura nacía un
nuevo movimiento artístico que algunos consideran la primera
Vanguardia: el Impresionismo. Lo estudiamos dentro de la literatura
modernista porque algunos escritores del Modernismo, sobre todo
novelistas, intentaron transformar el estilo del Impresionismo en un
estilo literario.
Los pintores
impresionistas reaccionan contra el Realismo y su tendencia a
representar con gran detallismo la realidad. En cambio, su técnica
consiste en desintegrar las imágenes y luego recrearlas con manchas
de color que, cuando se ven desde lejos, provocan en el espectador la
“impresión” de estar viendo la imagen. Del mismo modo, se
utilizan manchas muy juntas de colores primarios (rojo, azul,
amarillo, blanco...) que cuando se observan a lo lejos, dan la
“impresión” de colores secundarios (naranja, verde, morado...).
El siguiente cuadro de Claude Monet muestra perfectamente la técnica impresionista: aunque si lo vemos de cerca está compuesto por manchas de colores primarios, al verlo de lejos estas manchas se mezclan y crean la impresión de una imagen: la de un mar al atardecer con un puerto al fondo. |
Esta técnica se
relacionaba mucho con el Simbolismo, en el sentido de que no buscaba
representar de forma perfecta paisajes u objetos, sino más bien
sugerir formas mediante manchas borrosas que se transformaban en
imágenes. Por ello, en muchas obras literarias del Modernismo se
detecta un afán de hacer con palabras lo que los pintores del
Impresionismo hacían con los colores. A veces, las descripciones son
imprecisas, borrosas, como vistas en un sueño. Otras veces,
solamente se describen detalles sueltos, los más llamativos, para
incidir en los aspectos que más han impresionado al autor. Al
contrario que en la novela realista, que se empeña en describir
objetivamente la realidad en cada uno de los detalles, los escritores
impresionistas solo describen su percepción subjetiva de las cosas,
los paisajes o los objetos según ellos los ven o los sienten.
El Impresionismo también
afecta al lenguaje literario. Igual que en la pintura impresionista
se usaban pequeñas manchas de color, en la literatura se emplean
frases breves, a menudo sin verbos y sin nexos. No interesa crear
oraciones perfectamente construidas, sino imágenes que se graben en
la mente del lector y le ayuden a evocar sensaciones. Abundan en
estas obras literarias referencias a la percepción sensorial:
sonidos, matices de un color, sabores, aromas, texturas... A la vez,
estas percepciones no se describen con gran detalle como en el
Realismo, sino de forma muy borrosa, igual que en la pintura
impresionista.
El autor impresionista
español más importante fue José Martínez Ruiz “Azorín”, que
escribe novelas donde lo importante no es el argumento, sino
larguísimas descripciones de paisajes naturales y escenarios urbanos
con gran poder de evocación. Del mismo modo, Antonio Machado crea una poesía impresionista en su libro Campos de Castilla,
en el que evoca las sensaciones y sentimientos que le producen el
campo castellano, sus gentes y su historia.
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