domingo, 24 de enero de 2016

Antonio Machado (I): "Soledades"

                   

El primer libro de Antonio Machado, Soledades, aparece en 1903 cuando el poeta contaba con 28 años. Años más tarde, en 1907, la obra es corregida y modificada, añadiéndose algunos poemas, y se le cambia el título por Soledades. Galerías. Otros poemas. Este libro es el mejor ejemplo del Simbolismo en la obra de Antonio Machado, y en general, en la literatura modernista en lengua española.


Igual que Alma de su hermano Manuel, Soledades de Antonio Machado es un libro que aspira a explorar las profundidades del alma del poeta, pero en esta ocasión mediante el recuerdo de momentos del pasado. En la poesía de Machado aparecen evocaciones de escenas de su infancia, la mayoría de las cuales rememoran el aburrimiento, el hastío de la existencia.

  Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
  Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel
junto a una mancha carmín.
  Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
”mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón”.
  Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales. 
En algunos poemas la infancia es un mundo encantado, una especie de paraíso perdido en el que aún el poeta tenía esperanzas y se creía en la posibilidad de ser feliz.

Los símbolos más conocidos de su infancia andaluza son el limonero y el naranjo, que crecían en el patio de la casa donde nació. Su colorido sugiere la felicidad perdida de la infancia. En los poemas, el poeta suele recordar estos momentos del pasado durante la tarde, otro símbolo de tristeza.

Limoneros de la Casa de Dueñas en Sevilla. Aquí nació y vivió su infancia Antonio Machado, pues su padre era secretario del duque de Alba.

El segundo tema fundamental en Soledades es sin duda el amor, en concreto la falta de amor o el fracaso amoroso.


Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... - La tarde cayendo está-. "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón". Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. La tarde más se oscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece. Mi cantar vuelve a plañir: "Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada".

Finalmente, Antonio Machado explora en su intimidad no solamente mediante los recuerdos, sino también mediante el sueño, otra clave para entender este libro, lleno de símbolos procedentes de sueños.

Y nada importa ya que el vino de oro 
rebose de tu copa cristalina, 
o el agrio zumo enturbie el puro vaso... 
  Tú sabes las secretas galerías 
del alma, los caminos de los sueños, 
y la tarde tranquila 
donde van a morir... Allí te aguardan 
  las hadas silenciosas de la vida, 
y hacia un jardín de eterna primavera 
te llevarán un día.

Aunque todo el libro está dedicado a esta exploración de los sueños, la sección donde estos tienen un papel más relevante es la de Galerías. En Galerías Antonio Machado se propone cruzar por las “galerías” o pasillos de la mente inconsciente hasta llegar al fondo de su intimidad. Para ello debe enfrentarse a miedos y terrores irracionales. Los temas de estos sueños evocados son casi siempre tristes e incluso desoladores, y en algunos llegan a aparecer incluso símbolos de la angustia ante la muerte.

Y era el demonio de mi sueño, el ángel
más hermoso. Brillaban
como aceros los ojos victoriosos,
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma.
  -¿Vendrás conmigo? -No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
  -Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño,
cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
y rebullir de fieras enjauladas.

El poeta ve que el único consuelo a la angustia de la existencia es recobrar “el lino de los sueños”, es decir, reconstruir el tejido de los sueños para así lograr quizá respuestas a los misterios de la vida. En este sentido, Antonio Machado estaba defendiendo una teoría bastante parecida a la que años más tarde producirá el Surrealismo, aunque siempre estuviera en contra de la complicación de las Vanguardias.

jueves, 21 de enero de 2016

Manuel Machado (III): "Cante hondo".

Cante hondo es un libro de 1912 en el que Manuel Machado recoge poemas que desde su juventud había escrito sobre el cante flamenco. No olvidemos que el padre de Manuel y Antonio Machado, Antonio Machado Álvarez, fue uno de los primeros folcloristas españoles y un gran estudioso de la cultura andaluza y de sus cantes populares, vocación que heredaron sus dos hijos. 

En Cante hondo debemos distinguir dos tipos de composiciones. Por un lado están las soleares, seguidillas o sevillanas que Manuel Machado escribe imitando los cantares del pueblo andaluz. En el siguiente se ofrecen algunas soleares, seguidillas y coplas compuestas por Machado a imitación de las populares:


Por otro lado, están los poemas más largos que se inspiran más o menos en los ritmos de estos cantares pero que son reflexiones sobre el mundo flamenco. En "La copla", por ejemplo, explica cómo nacen las coplas y qué hay que hacer para que parezcan populares:

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

"Elogio de la soleá", en cambio, gira en torno a este otro subgénero flamenco, mucho más triste:

Canto de soleares,
hondo cantar del corazón,
hondo cantar.
Reina de los cantares.
Madre del canto popular.
Llora tu son,
copla sin par.
Y en mi vacío corazón
se oye sonar
el De profundis del bordón...
Llora, cantar.
 

Manuel Machado (II): "El mal poema".

En 1909, Manuel Machado publica El mal poema, un libro en el que se ensaya un nuevo estilo alejado del Simbolismo. El tono es mucho más tosco y los temas no son los habituales en la lírica: la vida nocturna y prostibularia, la tristeza y la miseria de la bohemia y los bajos fondos, etc. La clave de estos poemas son las frases populares e incluso vulgares y las imágenes degradadas, que relacionan este libro con el Expresionismo. Precisamente eso indica el título del libro: nos encontramos ante un “mal poema”, un texto “mal escrito”, que no pretende ser bello como las obras parnasianas, decadentes o simbolistas.

El mal poema se inicia con un “Retrato”. Si lo comparamos con “Adelfos”, el otro autorretrato con el que se iniciaba Alma, vemos cómo ha cambiado la actitud de Manuel Machado. Ya no se describe a sí mismo como un dandi aristócrata con un reino interior fascinante, sino como un hombre vulgar y corriente, conocedor de las modas parisinas pero también aficionado a los toros, a las cañas de manzanilla y a alguna que otra aventura. Todo se expresa con frases hechas, sin la menor intención se crear versos bellos y sonoros.

En el poema “Mi Phriné”, Manuel Machado defiende el amor a una prostituta marginada por la sociedad. Aunque Phriné era el nombre de una cortesana de la Antigüedad griega, el poema no es parnasiano, sino que habla del mundo actual y en un lenguaje cotidiano, incluso feo y antipoético, lleno de frases hechas y con rimas muy pobres o forzadas, deliberadamente sin belleza. Recordemos que el Expresionismo rompía con el ideal de belleza y aspira no solo a hablar de temas escandalosos en la época como la prostitución, sino también a hablar de ellos de forma torpe y vulgar, con humor cínico.


De los muchos poemas que aparecen en el libro sobre la bohemia, un perfecto ejemplo es el “Nocturno madrileño”. La bohemia no se muestra en el texto como un estilo de vida divertido sino como fuente de miseria, dolor y sufrimientos que acaba siempre en el crimen, el acoholismo y la muerte.

De un cantar canalla
tengo el alma llena,
de un cantar con gotas monótonas, tristes
de horror y vergüenza.

De un cantar que habla
de vicio y de anemia,
de sangre y de engaño, de miedo y de infamia
¡y siempre de penas!

De un cantar que dice
mentiras perversas…
De pálidas caras, de labios pintados
y de enormes orejas.

De un cantar gitano,
que dice las rejas
de los calabozos y las puñaladas,
y los ayes lúgubres de las malagueñas.

De un cantar veneno,
como flor de adelfa.
De un cantar de crimen
de vino y miseria,

obscuro y malsano…
cuyo son recuerda
esa horrible cosa que cruza de noche
las calles desiertas”.

Por último, el ejemplo más claro de Expresionismo lo encontramos en “La canción del alba”. El poema parece ser una descripción de la mañana siguiente a una noche de excesos, en la que la resaca hace ver todo negro. Fijémonos en la gran diferencia que hay entre las bellísimas descripciones parnasianas y esta descripción de la “aurora violada”, en la que el autor se empeña en verlo todo deformado, a las mujeres “feas” y a los amigos “detestables”.

El alba son las manos sucias
y los ojos ribeteados.
Y el acabarse las argucias
para continuar encantados.

Livideces y palideces,
y monstruos de realidad.
Y la terrible verdad
mucho más clara que otras veces.

Y el terminarse las peleas
con transacciones lamentables.
Y el hallar las mujeres feas
y los amigos detestables.

Y el odiar a la aurora violada,
bobalicona y sonriente,
con su cara de embarazada,
color de agua y aguardiente.

Y el empezar a ver cuando
los ojos se quieren cerrar.
Y el acabar de estar soñando
cuando nos vamos a acostar.

Manuel Machado (I): "Alma".



Manuel Machado, nacido en Sevilla, es el autor de Alma, el primer gran poemario simbolista que se escribe en España con un estilo de gran calidad. El libro debió de publicarse entre 1901 y 1902.

El título ya es bastante significativo. El libro pretende ser una exploración del alma del poeta, de su “reino interior”. Sus símbolos tratan de representar los sentimientos más íntimos del poeta de amor, soledad y angustia ante la muerte. Hay dos secciones en el libro, “El reino interior” y “Estatuas de sombra”, que recrean ese mundo íntimo de sensaciones indescriptibles. Tres símbolos aparecen sobre todo: el jardín solitario, el atardecer y la noche, los cuales representan el sentimiento de soledad y la melancolía por el paso del tiempo. En el poema “El jardín gris” vemos cómo la descripción de un jardín solitario y marchito es en realidad símbolo del estado de ánimo deprimido del poeta.



Sin embargo, el poema en el que Manuel Machado hace un análisis más interesante de su propia intimidad es “Adelfos”. Se presenta a sí mismo como personificación del hastío característico de la raza hispana. Se trata de un autorretrato decadentista, en que el poeta se describe como heredero del legado árabe, como un bohemio y a la vez como un aristócrata. “Adelfos” significa en griego “hermano”, con lo cual indica que este sentimiento de falta de vitalidad lo hermana con todos los jóvenes de su generación, pero a la vez se parece a “adelfa”, flor venenosa, lo que da a entender que la juventud del momento se encuentra “envenenada” por esta sensación de hastío.
En el siguiente vídeo escuchamos el poema “Adelfos” en la voz de Manuel Mulciber.


Manuel Machado empleó técnicas de otras corrientes del Modernismo para aplicarlas al Simbolismo. Así, por ejemplo, quiso encerrar en símbolos el “alma” castellana en el poema “Castilla”, donde recurre a imágenes medievales como hacía el Prerrafaelismo. En este caso, recrea la escena del Cantar del Mio Cid en que el héroe se encuentra con una niña en Burgos. Como puedes ver en el enlace, se produce un fuerte contraste entre la dureza de los guerreros y la fragilidad de la niña.



En el soneto a “Felipe IV”, Manuel Machado utiliza la técnica del Parnasianismo de describir una obra de arte, en este caso un retrato del rey Felipe IV que hizo Velázquez. Sin embargo, la intención de Machado no es simplemente describir algo hermoso sin expresar sentimientos, sino utilizar el retrato del rey pálido y vestido de negro como símbolo del dandi decadente de la época, elegante y cansado de la vida.



Por último, el Decadentismo está perfectamente representado por el poema “Antífona”, uno de los más influyentes en la poesía modernista española. Se trata de un texto en que el poeta se dirige a una prostituta, a la que considera compañera y hermana de fatigas. Machado declara en el poema algo escandaloso para la burguesía de la época: el artista bohemio y la prostituta son infames, porque llevan una vida al margen de las normas, pero a la vez “santos”, porque se dedican a algo sagrado: la poesía y el amor. Del mismo modo, el poeta no desprecia a la prostituta como hacen los burgueses, sino que se solidariza con ella porque ambos tienen que sobrevivir vendiendo lo que no tiene precio: la poesía y el cuerpo. 

Moulin Rouge! es una película de 2001 dirigida por Baz Luhrmann. Es una película que transcurre en París en pleno Modernismo y que narra la historia de amor entre un escritor bohemio y una prostituta. En esta película podemos ver muchos de los rasgos que hemos estudiado: la bohemia, la absenta, la vida decadentista, el gusto exótico por lo oriental, el simbolismo...

miércoles, 20 de enero de 2016

Rubén Darío (III): "Cantos de vida y esperanza".


En 1905 aparece Cantos de vida y esperanza, que marca la culminación de la lírica de Rubén Darío. En los Cantos veremos cómo surgen nuevas preocupaciones, de tipo novomundista, sobre la comunidad hispánica. Hay un cambio de tema, aunque no del todo radical porque todavía perviven algunos temas parnasianos propios de su libro anterior. Sin embargo, la expresión a veces tiende a la ironía e incluso a un lenguaje tomado del habla cotidiana, algo totalmente reñido con el preciosismo de los parnasianos.

Un tema frecuente en este nuevo libro es la desilusión que ha sufrido Rubén Darío al llegar a su madurez, cuando han desaparecido todos sus sueños de adolescente. La "Canción de otoño en primavera" habla de una vida llena de amores frustrados que han dejado un poso de amargura y tristeza.

Más triste es el poema llamado "Nocturno". Las imágenes preciosistas de su juventud quedan degradadas ("el cisne entre los charcos", "la azucena tronchada por un fatal destino"), lo cual convierte este texto en uno de los más intensos del poeta nicaragüense. En él se alude al alcoholismo que arrastró a Rubén Darío hasta la muerte; el autor es consciente en el poema de su propia autodestrucción: 

El ánfora funesta del divino veneno
que ha de hacer por la vida la tortura interior

Conclusiones igualmente angustiosas se encuentran en el famoso poema "Lo fatal", con el que se termina el libro. En él desea ser planta o incluso piedra para no tener que sentir ni darse cuenta de que la vida no tiene sentido y de que todos los seres humanos estamos condenados a morir.

Junto a estos poemas pesimistas, aparece un segundo grupo de composiciones dominadas por la esperanza en el cambio político, el deseo de que la comunidad hispana se regenere y triunfe sobre el imperialismo de Estados Unidos. El poema más conocido sobre este asunto es “La salutación del optimista”, canto a la valía y a la unidad de los pueblos hispanos después de fracasos como el de España en la guerra de Cuba o la invasión de Panamá por Estados Unidos.


Más fácil de entender y más directo es la oda “A Roosevelt”, presidente de los Estados Unidos. La primera parte del poema es un retrato del país norteamericano, depredador de Hispanoamérica. Roosevelt representa la fuerza bruta de una sociedad materialista a la que le falta sin embargo Dios.


Paralelamente a la crítica a la civilización norteamericana, en “Las letanías de Nuestro Señor don Quijote” hace Rubén Darío una alabanza al personaje de la novela más famosa en lengua española. Don Quijote es el símbolo de la identidad hispana, que está sufriendo la humillación del imperialismo estadounidense. 

Rubén Darío (II): "Prosas profanas".


En 1896 publica Rubén Darío Prosas profanas, su libro más importante y que influirá de forma más intensa en todos los poetas modernistas de España y América. Aunque Darío ya había escrito antes Azul... en 1888, este es un libro posromántico con cuentos y poemas que no llegan a la calidad que encontraremos en Prosas profanas.

Lo primero que encontramos son poemas que se desarrollan en un mundo fantástico e irreal. “Era un aire suave...”, por ejemplo, es una evocación de la Francia del siglo XVIII, propia del Parnasianismo. Abundan en estos poemas los tecnicismos artísticos, el vocabulario de artículos de lujo (mármoles, sedas, champán, abanicos...) y la mitología. Ese mundo lujoso y bello alberga a la perversa marquesa Eulalia, mujer fatal típica del Decadentismo y símbolo de la atracción erótica.


Frente a este personaje está la princesa triste de la “Sonatina”, más cercana a la mujer frágil del Prerrafaelismo. Se ha pensado que la princesa salvada por el príncipe es un símbolo del alma del autor, encerrada en un mundo vulgar y esperando a ser rescatada por la fantasía.

El exotismo queda perfectamente reflejado en "Divagación", poema en que fantasea con la mujer y el amor en distintas civilizaciones antiguas (Grecia, la Francia del XVIII, la Alemania romántica) u orientales (China, Japón, India).

Un segundo grupo está compuesto por poemas en los que Rubén Darío reflexiona sobre el misterio del amor, el sexo y la muerte.

“El reino interior” es una versión moderna de la alegoría medieval de las siete Virtudes y los siete pecados capitales, los cuales representan los deseos y pasiones del alma humana.
El “Responso a Verlaine” es otro poema importantísimo dentro de toda la lírica modernista, y se escribió a la muerte del poeta francés, padre del Simbolismo. Verlaine sería la personificación de todos los poetas y de la propia poesía en lo que tiene de misterioso, sagrado y mágico. Darío desea que el espíritu de Verlaine se funda con la naturaleza (representada por los sátiros del paganismo griego) y con lo sobrenatural (representado por la cruz del cristianismo).

“El coloquio de los centauros” es un largo diálogo entre centauros filósofos que explican el sentido religioso del universo y la vida, regidos por dos principios sagrados e incomprensibles: el amor y la muerte.


Un tercer grupo de poemas se centran en el tema de la poesía: su sentido, su escritura, etc.

Rubén Darío (I): Introducción.


Rubén Darío, nacido en Nicaragua en 1867 y fallecido en 1916, es seguramente el poeta más importante del Modernismo español y americano. Aunque antes de él ya había habido escritores interesantes que se pueden considerar modernistas, es a partir de su obra cuando el Modernismo triunfa en todos los países de habla hispana.

La métrica fue un asunto que preocupó a Rubén Darío. Precisamente, su obra es tan importante dentro de la lírica en lengua española porque consiguió introducir en ella nuevas estrofas y versos con muy distintas medidas. Los críticos literarios han llegado a encontrar en los libros de Darío hasta 147 tipos distintos de estrofas, construidas con 37 tipos de versos. Esto chocaba con la poesía anterior del Realismo, que usaba solamente versos de 11 y 8 sílabas y muy pocos tipos de estrofa, por lo que la poesía era muy simple y la sonoridad muy aburrida.

El ritmo y el sentido de sus poemas están muy relacionados y no pueden imaginarse por separado. Los versos poseen muchísima musicalidad gracias a recursos como el encabalgamiento, las rimas internas, las aliteraciones o repetición de sonidos, etc. Estas novedades abrieron el camino para dos nuevos fenómenos métricos: la prosa lírica, rítmica y rimada, y el verso libre, que es el que se emplea actualmente.

El mismo enriquecimiento de la métrica lo podemos ver en el vocabulario y las imágenes. Hay un vocabulario deliberadamente preciosista en el que abundan los cultismos, palabras que designan objetos de lujo, tecnicismos artísticos... Junto a estas palabras, hay otras que rompen la belleza de los textos creando “salidas de tono”: es el caso de los numerosos barbarismos, tecnicismos no artísticos y palabras que no suelen aparecer en poesía.

Rubén Darío siempre gustó de las imágenes sorprendentes, ya sea mediante la asociación de elementos incompatibles (“loco de crepúsculo y aurora”, “triste de fiesta”), ya sea por introducir palabras y conceptos poco habituales en la lírica. En algunos poemas se vale del simbolismo de los colores: “brazos rojos”, “púrpuras violentas”, “sueños azules”, etc.

Esta gran originalidad de Rubén Darío nos hace pensar a qué corriente del Modernismo pertenece. En realidad, Darío mezcla en sus poemas elementos del Parnasianismo, del Simbolismo, del Decadentismo, etc., por lo que no pertenece a una sola de estas tendencias, sino a todas.

Darío, por ejemplo, no era un auténtico parnasiano, pues en su obra no encontramos frialdad del Parnasianismo al describir objetos de arte sin expresar sentimientos; al contrario, es una poesía muy subjetiva, donde las lujosas realidades sirven como símbolos.
Sin embargo, también Darío se diferencia del Simbolismo porque sus símbolos no expresan sentimientos íntimos, sino que explican el misterio de la vida. El Simbolismo encerraba al poeta en su mundo interior, pero Rubén Darío aspira a salir de sí mismo, al descubrimiento del mundo. Debido a esta curiosidad por lo que hay fuera de sí mismo, Rubén Darío trata básicamente tres temas en su obra: la idea del arte y del poeta, la preocupación social y lo que la crítica literaria ha llamado “erotismo existencial”.

El erotismo en la poesía de Rubén Darío cobra una importancia inusual y adquiere un sentido casi religioso. Los seres de la mitología griega aparecen en escenas eróticas como símbolos del mundo interior, en tensión entre el deseo y el miedo a la insatisfacción. Rubén Dario pretende escapar de la angustia que produce el sinsentido de la vida idealizando el sexo. Por ello se convierte en algo sagrado como la religión, pues son los únicos consuelos contra la muerte y el sufrimiento de la vida.