La
nueva cultura y el nuevo arte que surgen a finales del siglo XIX
vuelven a sentir un gran gusto por la naturaleza y el paisaje.
Claude Monet fue un pintor impresionista, movimiento que se considera dentro del Modernismo. A partir del Impresionismo, la gran ciudad pasa a un segundo plano y cada vez interesan más las pinturas de paisajes, jardines y elementos de la naturaleza.
Recordemos
que, aunque en el Romanticismo la naturaleza había sido un tema muy
importante, en el Realismo los artistas empezaron a sentir más
interés por la gran ciudad, pues el campo era símbolo del atraso
mientras que en la ciudad se daban los grandes adelantos de la
ciencia y de la técnica, como por ejemplo el alumbrado de las
calles, los tranvías, el cine o las fábricas.
Puerta del Sol de Madrid a finales del siglo XIX, con los primeros tranvías que se usaron.
(Esta es la primera "película" de la historia del cine, de 1895. Se trataba de una toma de un minuto, hecha por los hermanos Lumière, en que se veía a unos obreros saliendo de la fábrica.)
A
finales del siglo XIX, sin embargo, cambia la mentalidad de la
población europea con respecto al progreso científico y técnico:
este ya no se considera la clave para la felicidad humana, sino el
resultado de la explotación de la clase obrera, a costa de la cual
se producían los adelantos y la mejora de la economía. Por eso los
artistas del Modernismo vuelven a usar motivos florales en la
decoración (como vemos en muchos edificios y objetos del Modernismo
catalán) y prefieren la artesanía a los productos industriales.
Vidriera de las ventanas de una casa particular, con motivos florales.
Puerta de una antigua casa modernista con forma de árbol. El dintel también está esculpido en forma de ramas, hojas y rosas.
Papel pintado para las cubiertas de los libros y para decorar, con muchísimas imágenes naturales.
En la época modernista estuvieron de moda incluso muebles con formas vegetales, como estas sillas con el respaldo en forma de hoja.
El
Modernismo se rebela contra la falta de sensibilidad y el
materialismo de la clase burguesa, la cual ha provocado un estilo de
vida en las ciudades muy frenético y estresante. En las ciudades el ser humano está rodeado de cemento y de ruidos, y ya le resulta imposible disfrutar
de la naturaleza y de la paz que produce el sentirse parte de ella.
Muchos
autores modernistas españoles se enfrentan a la ciudad y a la
industrialización en sus obras, creando una imagen idealizada de la
vida en el campo. Juan Ramón Jiménez centra gran parte de sus
libros de poesía en la vida en el campo andaluz (especialmente su libro más famoso en prosa poética, Platero y yo), y los novelistas
Azorín y Pío Baroja comparan la paz del campo y la autenticidad de
su gente con la falsedad y estupidez de la gente de ciudad y el caos
de la vida urbana. (En el siguiene link, Laura Castanedo recita el poema en prosa "La primavera" de Juan Ramón Jiménez. En él se muestra la belleza y la alegría del campo andaluz, opuesto a la vida en la ciudad).
En
las artes modernistas también vemos cómo se rechaza la modernidad y
se produce un retorno a lo antiguo, igual que en el Romanticismo. Esto se
debe a que los modernistas creían que en épocas antiguas, sobre
todo en la Edad Media, la humanidad todavía poseía una sensibilidad
y una autenticidad que ya se habían perdido en el mundo moderno.
Así, la publicidad y la pintura de la época contienen muchas
imágenes de muchachas vestidas como ninfas o hadas de los cuentos
medievales, y muchos edificios como los que encontramos en Barcelona
parecen inspirarse muy libremente en las catedrales y palacios del
Gótico medieval.
Alphonse Mucha fue un importante dibujante modernista que realizó muchas ilustraciones para la publicidad de la época famosas por sus muchachas con ropas medievales o exóticas.
Antoni Gaudí es el arquitecto modernista español más importante. Su obra más ambiciosa fue la Sagrada Familia de Barcelona, que quedó sin terminar a su muerte. Gaudí la diseñó inspirándose en las grandes catedrales góticas de la Edad Media.
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