viernes, 15 de enero de 2016

6. El Decadentismo.

El Decadentismo es otra corriente que se encuentra dentro del Modernismo y que tuvo también su origen en Francia entre los años 60 y 80 del siglo XIX como una consecuencia del Parnasianismo.

Tal como hemos visto, el Parnasianismo aspiraba a crear un arte en el que solo importaba alcanzar la belleza de las formas y no mostrar los sentimientos del poeta. Es decir, un arte donde la estética se encontraba por encima de la ética. El Decadentismo surge en el momento en que los artistas y escritores comienzan a pensar no solo esto, sino incluso que una obra es más bella cuanto más se transgreden los principios morales. Así, a partir del Decadentismo la literatura deja de hablar solamente de temas “agradables” o positivos y empieza a hablarse de la “belleza” que hay en lo prohibido, en el crimen, en lo desagradable y en lo raro.

Al contrario que la literatura realista, que buscaba denunciar injusticias y en cierto modo planteaba la necesidad de lograr el bien en la sociedad, los decadentistas desean escandalizar a la burguesía exaltando la perversidad, lo oscuro y lo irracional. Estos escritores se caracterizan por buscar continuamente sensaciones intensas, especialmente que rocen lo prohibido o lo insano, porque sufren un enorme hastío vital y nada les hace sentirse vivos.

El Decadentismo también quiso atacar ferozmente a la burguesía en lo que se refería a la moral sexual. Frente a la enorme censura de la época, los decadentistas hablaron continuamente de todos los temas relacionados con el sexo, incluso de los más prohibidos (en cierto modo como también hacía el Naturalismo): la libertad sexual femenina, la homosexualidad, el lesbianismo, la prostitución o la violencia sexual.

En casi todas las novelas del Modernismo, así como en numerosos poemas, se repite la aparición de mujeres que, lejos de tener una belleza sana, fuerte o delicada, son misteriosas y seductoras precisamente por tener aspecto de malvadas, de dedicarse a actividades peligrosas o inmorales o de estar enfermas. Este es un estereotipo típicamente decadentista que será conocido como “mujer fatal”, y que consiste en un personaje femenino misterioso, bello pero a la vez enfermizo, que disfruta sin piedad destruyendo a todos los hombres que encuentra. 

Junto a esta mujer fatal, que suele ser una mujer independiente y sexualmente libre, el Decadentismo también se interesa por el personaje de la prostituta como ser marginado por una sociedad hipócrita. Los poetas decadentistas se identifican con ella porque ambos son marginados por la burguesía por vender lo que no se puede pagar con dinero: la belleza y el amor, respectivamente. Muy famoso es el poema “Antífona” de Manuel Machado, en el que se expresa esta idea de solidaridad entre poetas y trabajadoras sexuales.
Edvard Munch tituló este cuadro La Madonna. Sin embargo, la mujer representada no es una Virgen o una santa, sino una mujer fatal típica del Decadentismo: pálida, débil y algo siniestra.

Otro cuadro de Munch es El vampiro. Aquí vemos a otra mujer cruel bebiendo la sangre de un hombre en medio de la oscuridad.
En el cuadro de Edgar Degas Los bebedores de absenta, un artista bohemio y una prostituta comparten mesa en un café de París y ambos beben la famosa bebida alcohólica que tantos problemas de salud causó a finales del siglo XIX. El rostro de la mujer también es pálido y enfermizo, como el de todos los personajes decadentistas.
Otro tema con el que el Decadentismo busca escandalizar a la burguesía es el del alcohol y las drogas. Los decadentistas pensaban que estas sustancias servían para alterar la realidad y poder tener una percepción más profunda de las cosas y de sí mismos, o bien para escapar de una realidad decepcionante y encontrar un refugio, lo que Baudelaire llamaba “paraíso artificial”. La realidad fue que muchos jóvenes poetas acabaron sus días con serios problemas de adicción antes de llegar a escribir nada realmente valioso o incluso algunos, como Rubén Darío, murieron víctimas del alcoholismo.

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